- ¿Quién ha visto una azucena de candidez sin igual, que en el jardín de la Iglesia perfumes de gracia da, que, desprendida del cariño paternal, logra de la gracia el riego abundante y liberal? - Yo la vi. - ¿Dónde está tan bella flor? - Dímelo, dímelo, enséñamela. - En el [¿cades?] de la gloria colocada la hallarás, que desde su concepción tiene su morada allá, por ser más hija de gracia que de la mortalidad. - Cante, cante la Iglesia, cante sus glorias pues llena de gracia está.